CORRER SIN SENTIDO

ITALIANO

¿Cuál es el sentido de nuestra vida? ¿Por qué estamos aquí? ¿Cuál es tu misión personal?

Cuando me hago este tipo de preguntas no encuentro una respuesta segura. La única certeza que tengo es que estamos aquí para APRENDER, para dar lo mejor de nosotros mismos, para descubrir lo que se esconde detrás de nuestras LIMITACIONES MENTALES.

Estamos aquí para disfrutar de las personas a las que queremos, para hacer de este mundo un lugar mejor empezando por las cosas pequeñas. No hace falta hacer una gran revolución afuera sino que en nosotros mismos, contagiando así todo nuestro entorno.

Intentando ser, como decía Gandhi, el cambio que queremos ver en el mundo.

¿Cómo hacer para tener una vida llena de significado, en contacto directo con nosotros mismos y con los demás?

Esta pregunta nace espontáneamente en este momento histórico en el que, en nuestra sociedad, a menudo nos transformamos en fichas en un juego que va demasiado rápido para poder escoger los pasos correctos.

Una sociedad en la que siempre estamos demasiado ocupados, demasiado estresados, demasiados liados.

Una sociedad que se mueve con el “HACER” y no con el “SER”.

En la que desde pequeños aprendemos a tener una vida llena de compromisos, actividades, deberes y en que la palabra RESPONSABILIDAD está más enfocada hacia los demás que hacia nosotros mismos.

Aprendemos a complacer a los otros para recibir amor y llega un momento en que la necesidad de reconocimiento se transforma en algo de vital importancia, sin la cual perdemos el sentido de lo que hacemos.

A veces nos perdemos en el “engranaje del hacer” de forma tan profunda que llegamos al final del día muy cansados, sin haber tenido el tiempo ni siquiera de llamar a nuestro amigo o a nuestra madre, sin haber podido disfrutar de la comida y sin haber puesto nuestra atención en cómo nos sentimos.

Nos transformamos  en atletas proyectados con afán hacia una meta a veces poco clara.

¿Dónde está el LÍMITE entre el ser y el hacer?

Los últimos años han sido para mí de gran ayuda para reflexionar sobre este tema.

Los recuerdos muy bien porque han sido llenos de momentos emocionalmente muy intensos, felices y tristes.

Me puse continuamente a prueba, intentando sacar lo mejor de mí en todo momento personal y profesionalmente.

Me quedé atrapada en un mecanismo peligroso hecho de PERFECCIONISMO, AUTOEXIGENCIA y obsesión por tenerlo todo bajo CONTROL.

Conseguí alcanzar mis metas pero perdí una cosa muy importante: el disfrutar del camino que me condujo hasta allí.

De repente me di cuenta que ya no sabía cómo parar y cómo salir de este mecanismo.

Era como si el tanto hacer (y el poco ser) me hubiese absorbido de una forma que ya no era capaz de disfrutar de una simple tarde libre. Tenía que llenarla con algo. Podía ser el estudio, un curso nuevo, entrenarme físicamente, y todo en el intento de mejorar y mejorar.

Un día me desperté con una sensación de vacío y de FALTA DE SENTIDO.

¿Qué sentido tiene alcanzar objetivos si no somos capaces de disfrutar de todas la otras pequeñas cosas que a menudo damos por descontadas concediéndonos el lujo de aplazarlas a mañana?

Tener la MENTE OCUPADA no sirve a largo plazo porqué aquel vacío, que a veces está disfrazado de CANSANCIO, no se va estudiando, entrenando o trabajando 12 horas…Sólo se va cuando todas estas cosas son sólo un mero medio y no el fin.

Cuando aprendemos a disfrutar verdaderamente de nosotros mismos perdiendo LA NECESIDAD DE RECONOCIMIENTO constante y de aprobación por parte de los demás.

Cuando tomamos consciencia que esta carrera no nos hace ni mejores ni más felices y que el tiempo que tenemos a disposición es limitado y demasiado valioso como para desperdiciarlo PONIENDO CRUCES en una lista de cosas que hacer.

Podemos elegir si seguir nadando sin pausa y con prosa en un mar revuelto o elegir utilizar una bombona de oxigeno y así bajar en profundidad, donde el mar está siempre en calma, donde hay silencio y el  rugido de las olas deja espacio al sonido tranquilo de nuestra respiración.

Con cariño

Federica