Ayer por la tarde, mientras yo estaba en una librería en el centro, mi atención fue capturada por las voces de dos amigas que, no muy lejos de donde estaba, se habían encontrado por casualidad.
Eran dos mujeres que habrán tenido alrededor de 65 años: una se veía más delgada y llena de energía, la otra tenía una postura encorvada y una mirada apagada.
“¿Qué tal estás?” le preguntó la primera. “Uff…muy mal…Ni puedes imaginarte el dolor y las molestias que me provoca la cervical…además de mi espalda que la tengo fatal. Hay días que casi no puedo levantar de la cama…y además me siento muy sola y deprimida…”
Siguió hablando de esta forma durante diez minutos más. La otra intentaba cambiar de tema y animarla, pero cada vez que lo hacía la otra volvía a lo suyo y seguía con sus quejas. No me sorprende que la mujer estuviera siempre sola y que se sintiera deprimida. No quiero quitar importancia a sus molestias físicas, pero estoy segura de que el tipo de diálogo que tuvo con su amiga es muy similar a su propio DIÁLOGO INTERNO.
Estoy más que segura de que, en su día a día, se habla de una forma muy negativa, repitiéndose constantemente de lo desafortunada que es, del dolor que tiene en la espalda y en el cuello, y de lo triste y sola que se encuentra, etc, etc.
Este tipo de diálogo interno determina como se siente, como se ve a sí misma y a los demás. En otras palabras, determina la forma en que PERCIBE EL MUNDO A SU ALREDEDOR.
Una frase que siempre me ha gustado dice: «La realidad es diferente de lo que te imaginas. Tal vez lo que te imaginas se convierte en tu realidad «. Creo que, aparte de lo que imaginas también tiene su peso lo que te dices a ti mismo.
La forma en la que nos hablamos es crucial para nuestro estado de ánimo y, a su vez, esto va a afectar a nuestra actitud cuotidiana; la actitud, finalmente, determina nuestras acciones que crean nuestros hábitos.
¿Hubieras podido imaginar de cómo lo que nos decimos puede causar una reacción en cadena tan profunda?
Esa señora probablemente no es consciente del impacto que sus palabras tienen en su vida. Compadecerse y llorar, probablemente, son las únicas cosas que sabe hacer.
No sabe que, en realidad, es dueña de sí misma y que, si cambiaras sus palabras, podría obtener un cambio radical en sus sentimientos y en su actitud.
¿Cómo crees que sería su próxima reunión con una amiga si rompiera aquel diálogo interno negativo y fuera capaz de crear uno diferente, que la apoyara a sentirse bien y que la llenara de energía y de muchas ganas de vivir?
Estoy segura de que no se quejaría todo el tiempo, tendría unas relaciones personales diferentes y esto haría que no se sintiera tan sola.
Afortunadamente todos podemos cambiar la forma de hablarnos cuando nos damos cuenta de que lo que sentimos es el resultado de la ESTRATEGIA MENTAL que estamos utilizando en aquel momento.
Hacemos un ejercicio.
Piensa en un dialogo interno tuyo personal, que sea negativo y que te esté limitando en este momento de tu vida.
Podría ser, por ejemplo, ese tipo de diálogo que activas automáticamente cuando te equivocas en hacer algo en el trabajo y esto te va a generar inseguridad y ansiedad.
Algo así como: «¡No sirves para nada! ¿Cómo pude cometer un error así? Soy un inútil, sería mejor que me despidieran.»
Es importante que sepas que, además de las palabras que nos decimos, aun más importante es LA FORMA en que lo hacemos.
Imagino que si fuera yo a decirme la frase anterior, lo haría utilizando una voz enojada y decepcionada, que tenga un tono profundo y un volumen tan alto de retumbar como un trueno en tu mente.
Lo que es seguro es que este conjunto de elementos crearía en mí un estado de ánimo negativo, que me llevaría a tener una actitud insegura en el trabajo. Esta me llevaría a cometer otros errores retroalimentando así todo el mecanismo.
La buena noticia es que puedes decidir qué decirte y cómo hacerlo!
Tú puedes desarmar a esta voz y quitarle así el poder que ejerce sobre ti.
¿Cómo?
Es realmente muy fácil, y te puedo asegurar que funciona.
Cuánto más practiques y repites el ejercicio cuanto mayor será el beneficio que tendrás.
Volvamos al diálogo interno negativo que habías elegido antes.
Cierra los ojos y fíjate en el tono de esta voz mientras te dice esas cosas desagradables.
¿Cómo es? ¿Estás gritando? ¿Es una voz profunda y poderosa?
Percibe cada detalle.
Muy bien, ahora quiero que bajes su volumen, como si tuvieras un mando en tus manos.
Ahora que el volumen se ha reducido quiero que cambies el tono profundo y terrorífico de la voz por lo del….Pato Donald!
Y ahora pon de fondo la música de los Pitufos…Ha cambiado la sensación, ¿verdad?
Y ¿sabes porque ha cambiado? Porque has cambiado la forma de hablar contigo mismo.
Ahora que ha destruido esa voz crea otra nueva, que sea positiva, motivadora y que tenga el efecto de aumentar la confianza en ti mismo.
Básicamente somos los DIRECTORES DE NUESTRAS VIDAS, los únicos artífices de la realidad que vivimos…o por lo menos de la forma de percibirla.
Ponte mano a la obra: ¡cambia hoy tu dialogo interior!
Con cariño
Federica